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Mar-Abr, 2012  |  Editorial

¿Qué pasaría en México si todos sus habitantes se sacaran la lotería al mismo tiempo? Seguramente un desastre: La mayoría de las personas dejarían sus trabajos para vivir con un ritmo de consumo y gastos desenfrenado, unos cuántos buscarían el modo más lucrativo de invertir el dinero para tener dividendos sin importar las consecuencias de estas inversiones, y sólo una fracción muy pequeña de la población, seguiría trabajando y produciendo para vivir de manera digna con la satisfacción que produce el resultado de un esfuerzo. ¿Quién produciría los bienes que se necesitan?, ¿quién construiría opciones de realización personal a través del trabajo?

La mayoría de las personas trabajan como una opción digna para ganarse el sustento, pero son aún pocas las que lo hacen con plena conciencia de que, a través de sus actividades, realizan parte del potencial que tienen como personas, contribuyen a la construcción de un futuro digno para sus hijos, y más aún, de un presente pleno para sí mismos.

Si bien es cierto que todos necesitamos de un ingreso que nos proporcione un modo de vida, resulta una lástima que aún no haya muchas personas (y sobre todo, organizaciones) que vean a su trabajo como la vía para la autorrealización, para cumplir con el compromiso de realizar la propia vocación.

Nos enfrentamos, pues, a un problema de conciencia, de compromiso y de entereza, tanto en nuestro trabajo, como en nuestra vida personal. Por ejemplo, se sabe que para obtener un kilogramo de carne, se requieren entre 10 y 14 kg. de vegetales que el campo debe producir de algún modo; los procesos de digestión del ganado y de degradación de sus purinas liberan grandes cantidades de metano que dañan la atmósfera; así, para reducir la sobre-explotación del campo y la producción de gases de efecto invernadero, habría que propiciar el consumo de vegetales por sobre el de carne; sin embargo, asistimos a la cultura de la hamburguesa y los cortes americanos.

Se requiere de coraje y valor para seguir la propia vocación, para ser auténticos y levantarse todos los días con la convicción de realizar aquello que nos hace sentir plenos y, desde luego, en un entorno empresarial adverso, resulta difícil encontrar la motivación para dar lo mejor de sí todos los días en el trabajo.

Así, resulta indispensable preguntarnos profundamente ¿para qué hago lo que hago? Si en la respuesta encontramos alegría, gusto por la vida y por lo que se hace, entonces estamos en un buen camino. Si, por el contrario, encontramos miedo, conformismo, desánimo o apatía, es momento de replantearnos las cosas.

Ante prácticas tradicionales de empresa, las innovaciones organizacionales resultan aire fresco, tanto para los negocios, como para las personas. Pensar nuevos modos de gestión es importante para la competitividad, pero más aún, es vital para generar un entorno laboral en el que las personas trabajen cómoda y eficientemente, y se realicen a través de lo que hacen. Sólo así podremos ser competitivos, dando lo mejor de nosotros. Lejos de ser una utopía, la realización plena de los colaboradores y empleados se está convirtiendo en la mejor arma de competitividad de las empresas.

En los diversos números de Tu Interfaz de Negocios, hemos señalado oportunidades que México tiene en diferentes áreas productivas; en esta ocasión, le toca el turno a la Industria de la Fundición: “Aprovechar los vientos favorables para su desarrollo”. De tal manera que, en la medida en que tengamos mayor conciencia en lo individual, en lo empresarial y en lo colectivo, estaremos en condiciones de producir una espiral virtuosa para nosotros y para las generaciones venideras.

Raúl Macazaga

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