Estimado lector:

Nov-Dic, 2012  |  Editorial

La eficiencia es un concepto que cada vez moldea con mayor fuerza nuestras actividades y nuestro estilo de vida. No se trata sólo de una función necesaria y útil en nuestro trabajo, no es sólo hacer más con menos; se trata de aprovechar al máximo las posibilidades que el entorno nos ofrece, bien vista, plantea una cultura del aprovechamiento, del no desperdicio.

En este sentido, desde la Revolución Industrial nuestro estilo de vida ha sido altamente ineficiente, particularmente a raíz del establecimiento de la idea del “desarrollo” como una finalidad en sí, planteado poco después de la segunda guerra mundial.

Así, hemos utilizado fuentes de energía con una tremenda dilapidación de recursos, con procesos industriales energéticamente ineficientes; prácticamente no hay rama industrial que se salve del derroche: desde la minería hasta el acondicionamiento de espacios, la eficiencia es más excepción que norma.

Repensar una sociedad eficiente es, además de un asunto de economía, un tema de justicia básica con la naturaleza, con el entorno en el que convivimos los seres humanos, del que dependemos, y en última instancia, al cual también pertenecemos.La naturaleza nos puede dar muchas lecciones de eficiencia y de aprovechamiento, pues en sus ciclos nada se desperdicia, millones de años de evolución han dado como resultado un sistema elegante, en el que cada partícula de materia y cada fracción de energía se aprovechan en un proceso o en otro.

Con esto en mente, científicos e ingenieros a nivel mundial están planteando un cambio de paradigmas en el modo de concebir los modelos y procesos, tanto de investigación, como de producción. En particular para la química, el advenimiento de la “química verde” -con su contraparte de ingeniería- está planteando un nuevo enfoque en el modo de hacer reacciones.

Dentro de los doce principios de esta filosofía, tal vez el más fundamental es el de “prevenir desechos”, en tanto que sugiere un camino hacia la búsqueda de reacciones con una eficiencia del 100%, llevadas a cabo a temperatura y presión ambiente, tomando en cuenta que la pérdida de calor es un desecho, con lo que se aprovecha el total de las materias primas y reactivos utilizados, se evitan los subproductos que representan un enorme gasto, tanto por la necesaria purificación del producto principal, como por la gestión de residuos que supone.

Así, una química diferente parece llegar a nuestra realidad, una que no depende del petróleo como principal insumo ni como fuente de energía. El aprovechamiento de la biomasa como materia prima puede ser una gran solución a la demanda de productos químicos que sean, además, más amigables con el ambiente que los actualmente disponibles. Para que esto sea una realidad, hay que poner énfasis en ver todo el ciclo de vida de los insumos, productos y procesos, pues ha ocurrido -y sigue ocurriendo- que zonas de alta biodiversidad son devastadas para producir monocultivos como materia prima para procesos industriales. Esta nueva química a la que nos referimos, toma como ejemplo a la naturaleza y la emula para ofrecer soluciones que podemos llamar “sustentables”. De acuerdo con el artículo “Innovación en la industria química”, en México tenemos condiciones para desarrollar esta industria y ver sus frutos a mediano y largo plazo.

Este es un ejemplo de cómo se puede ser creativos e ir más allá de la simple gestión de residuos o subproductos; para aprovechar a cabalidad todos los esfuerzos hay que aprender a ver de manera integral los procesos, dejar de pensar en “mermas, cabezas y colas de producción”, y considerarlos como un componente integral dentro de una cadena ampliada de valor. En este sentido, en Cosmos hemos impulsado una cultura del aprovechamiento que está enfocada a utilizar integralmente el trabajo, de tal manera que lo que antes era merma, hoy es la materia prima para nuevos
desarrollos.

Por otro lado, en la presente edición damos también cuenta de la realidad y perspectivas de dos ramas industriales que comparten retos afines: la industria juguetera y la industria del calzado. Después de varios años de dura transición, la industria del calzado tiene hoy día una sólida posición en el mercado interno, pero enfrenta el reto de atacar, con calidad creciente, mercados internacionales.

La industria del juguete ha enfrentado ya el reto de una apertura comercial que la ha hecho templarse en el crisol de la competitividad mundial; para tener una cuota defendible de mercado, esta industria ha tenido que modernizar su planta productiva, pero sobre todo, ha aprendido que la clave para pervivir y fortalecerse está en ser fieles a una misión social sólida y una vocación formativa para su mercado meta: los niños.

Otro aspecto que ha cambiado la faz del quehacer humano, en particular para la comunicación, es la llegada de los dispositivos móviles. Esto ha traído consigo considerables retos técnicos a la industria de internet en muchos aspectos: por ejemplo, la necesidad de ampliar las conexiones disponibles que con el protocolo IPv4 resultaban insuficientes, razón por la cual, el llamado IPv6 es tan importante. Esta versión del protocolo con el que identificamos recursos en internet permite una disponibilidad inimaginable de puertos para conexión.

Por último, va aquí mi sincero reconocimiento a los profesionales que enriquecieron esta edición al darnos el privilegio de compartir sus conocimientos con nuestros lectores.

Raúl Macazaga


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